La poesía permite aprehender el mundo por la vía de la sensibilidad en lugar de aquel de la razón, o al mismo tiempo que ella. Al lado del contenido intelectual, hay un contenido sensible, que lo refuerza porque gracias a él, es todo el ser que se impregna del mensaje, y no solamente el intelectual. En este sentido, una carta geográfica es un poema, porque si podemos hacer un uso analítico, utilizando por medio de la razón las informaciones que ella contiene, podemos también, y cuando se trata de una carta temática he ahí el uso correcto, para conseguir una aproximación global, y dejarse impregnar de manera sensible y no racional por una visión conjunta de las informaciones que ella contiene.
Es igual, en realidad, para la gran mayoría de las actividades científicas, mismo si el área de la carta es aquélla en la que el lado sensible es el más evidente.
Pero este punto esencial, la parte del mensaje sensible en la transmisión del pensamiento científico, más allá del mensaje puramente racional, aún más, la parte de la sensibilidad en general, de la intuición, en la investigación científica, constituye un tema tabú para los científicos, porque admitir una reflexión sobre ese punto es menospreciar lo que parece estar en la origen de la ciencia: su perfecta racionalidad.
LA CIENCIA COMO ACTIVIDAD POÉTICA
La ciencia tiene como meta alcanzar un mayor conocimiento del mundo que nos rodea y transmitir ese conocimiento al cuerpo social en su conjunto, para que cada uno pueda actuar sabiendo lo que hace. Esta definición se aplica a todas las ciencias, tanto a las matemáticas como a la economía, tanto a la química como al derecho, tanto a la lingüística como a la biología. Los dos aspectos del trabajo científico son inseparables, está la investigación y también la transmisión de la investigación.
Es en estas dos actividades científicas (el investigador como el profesor) que se manifiesta la dualidad de formas de comunicación: la comunicación del investigador con el objeto de su investigación y la comunicación del profesor con la sociedad que lo rodea, ambas están fundadas en la asociación de un contenido objetivo (el fondo) y de una indumentaria sensible (la forma). Cuando un científico se dedica a reflexionar acerca de la manera como se producen estos dos intercambios, a él le gusta considerar, en la inmensa mayoría de los casos, que sólo el fondo tiene una realidad, y que la forma no es sino un mal necesario, una manera de hacerse comprender.
Ahora bien, así como la percepción que el investigador tiene del mundo como aquella que el profesor da al mundo son transformadas por la forma, porque ésta tiene un contenido sensible que modifica la percepción de fondo. Hay entonces, para el investigador que mira al mundo, como para el mundo que escucha al profesor, dos lecturas: aquélla de la prosa, y aquélla de la música.
Se supone que la prosa científica no tiene sino una sola lectura, la de la razón. Se considera que la música no tiene sino una sola lectura, la de la sensibilidad. La poesía, ella, debe ser leída de dos maneras, por medio de la razón y a través de los sentidos. Es eso mismo lo que claramente la distingue de la prosa porque la música de las palabras participa en la comprensión del sentido, y es de manera consciente que el poeta refuerza o afina el sentido objetivo, engalanando la música con palabras.
Ahora bien, la lectura de las publicaciones científicas revela que involuntariamente sus autores modifican la manera como es percibido su mensaje, adoptando un estilo, un modo de expresión, que hará más o menos eficaz la transmisión del razonamiento a la sensibilidad de los lectores, como a su razón.
Sin embargo, según los investigadores, la investigación científica es un asunto de pura racionalidad: a partir de premisas sólidamente seguras, una argumentación estricta, constante, conduciría al descubrimiento. Es un discurso tal que explica que mucha gente, en la espera, imagina que las computadoras programadas para aplicar la estricta racionalidad a los datos introducidos podrían hacer la investigación científica: el investigador no sería sino un compilador de datos, y la computadora aplicaría el razonamiento y proveería las respuestas.
No obstante, por lo menos tres cuartos, y sin duda las nueve décimas, de los investigadores son incapaces de desmontar con precisión los mecanismos de sus razonamientos, igualmente para realizar tareas simples que una computadora puede ejecutar por ellos. Como demostrar que, el pretendido rol exclusivo del razonamiento objetivo en materia de investigación, es sólo un velo púdico con el cual cubrimos, mediante la mala consciencia, los itinerarios complejos, dudosos, y en ocasiones inconfesables, de la investigación científica!
Peor aún, contra toda justicia, estos investigadores incapaces de proporcionar un organigrama de su forma de razonamiento no son los menos eficaces! Sus hallazgos valen los de los otros, y a menudo los sobrepasan. Hay un factor, esencial pero imposible de transmitir, la intuición poética, que está en el origen de todos los descubrimientos. El razonamiento no llega sino muy posteriormente, y consiste entonces en un esfuerzo para racionalizar lo que se no ha sido hallado sino a través de un proceso misterioso, que el propio investigador no domina. Comprendemos por qué en casi ninguna disciplina, hay una verdadera enseñanza de la investigación, entiendo por esto una formación organizada, conscientemente y formalmente impartida a los futuros investigadores para enseñarles cómo se indaga, y cómo se encuentra: les enseñamos, en realidad, los medios para darle a sus intuiciones una apariencia racional, de formalizar sus destellos geniales, si los tienen, y si no, de trabajar conscientemente su propio campo de investigación, con el fin de aportar a los charlatanes que son, para los otros, los investigadores más intuitivos, el fertilizante de los datos que necesitan.
Pudiéramos presentar de otra forma el desglose de los investigadores en dos categorías, porque los serios, los laboriosos, los racionales, son gente nocturna, que no alcanza a producir que cuando su mente, excedida por una jornada completa de actividad consciente, alcanza su eficacidad máxima; los intuitivos, al contrario, son gente mañanera, sus ideas vienen de la penumbra de la razón, en el instante cuando uno emerge del sueño y cuando todavía uno no inhibe en el apretado corsé de la razón, las ideas originales que pueden surgir cuando el inconsciente y el consciente continúan entremezclados.
Ahora bien, ¿en qué consiste la preponderancia de la sensibilidad sobre la razón, si no de la poesía? O más exactamente, ¿que es la poesía, si no el predominio de la sensibilidad sobre la razón? Hay entonces, entre poesía e investigación científica, más puntos en común que los que estamos dispuestos a reconocer, al menos si comprendemos por investigación científica aquella que descubre, no sólo la que se limita a buscar.
Esta relevancia de la visión poética en materia científica hace de la enseñanza de la investigación algo extremadamente delicado. Los métodos de trabajo de la investigación científica, aquellos que se pueden racionalizar cuando intentamos enseñarlos a los estudiantes, son muy eficaces en los pequeños detalles, es decir, en la visión analítica del mundo. Desgraciadamente, el mejor estudiante de todos, de utilizar únicamente estos métodos (o estas técnicas, que a menudo son sólo recetas) no llegará sino a recoger datos, y a PRE-tratarlos sin que jamás salga una idea nueva. Es exactamente lo mismo que ocurre con el estudiante más aplicado, él más dócil, la computadora: podemos programarla para utilizar las técnicas comprobadas, y será muy eficaz con los pequeños detalles. Pero si algunos creen en la idea de que con las computadores más potentes la acumulación de pequeñas detalles en cantidades casi ilimitadas conducirá a una visión sintética, esto no puede ser sino una ilusión, porque a la computadora le falta la capacidad de obtener una conclusión general de los datos.
Esta incapacidad de la razón pura (¿porque qué es una computadora, sino una ejecutante desempeñándose con la racionalidad más pura?) de llegar a una visión sintética es el misterio más emocionante de la investigación científica: ¡nos gustaría tanto ser racionales! Ahora bien, sólo logran nuevos resultados aquéllos que añaden a una cierta racionalidad una buena dosis de intuición. El problema, con la intuición, consiste en que ella no puede enseñarse, ni aún definirse; ella es incontrolable, ella revela en el dominio del inconsciente, lo sensible, lo poético.
Uno de los problemas de la investigación científica actual, es el rechazo a tomar formalmente en consideración el lado irracional del descubrimiento, lo que explica por ejemplo que una gran potencia científica como los Estados Unidos sea incapaz de formar investigadores de primer orden, y se reduce a formar gran cantidad de investigadores rasos que proporcionarán y pre-tatarán los datos. Cuando se trate de llegar a una visión sintética, a una idea nueva, ése será a menudo el trabajo de investigadores extranjeros importados a altos costos, y cuya formación inicial no hubiera inhibido del todo la sensibilidad.
Pero, si no podemos transmitir la intuición, podemos enseñar los medios para favorecerla, para prepararse a recibir sin reticencias. Entre los medios figura la presentación de datos según las formas imperfectamente racionales, con el fin de valorar algunos seguimientos que están ocultos por las presentaciones habituales. Unas de esas formas, utilizables en las ciencias de la Tierra, en las de la Vida, y en aquellas de la Sociedad, es decir en todos los dominios científicos en los que debemos relacionar los hechos con los lugares donde se producen, es la carta.
CARTA, UN INSTRUMENTO POÉTICO?
La carta geográfica debería ser, si la ciencia geográfica fuese enteramente racional, una representación objetiva del mundo. Desgraciadamente no existe ninguna posibilidad de representar objetivamente al mundo, no tanto, como decimos a menudo, a causa de la imposibilidad de crear una forma cuasi esférica (el globo terrestre) sobre una superficie plana (el papel de la carta), pero sobre todo porque sólo existe carta sino por la elección que hace el cartógrafo, al eliminar los detalles inútiles, por medio de la operación que llamamos “generalización”. Sentimos lo que puede haber de arbitrario en esta noción de inutilidad del detalle, y hasta que punto la subjetividad del creador de la carta se hará visible en su obra.
Asimismo, como la carta no es una fotografía del mundo (y del resto, hasta por medio de la fotografía, tenemos medios para presentar de manera diferente la misma realidad) sino una representación, ella traduce la representación que el autor de la carta tiene en la mente, la manera como él ve el mundo, y por medio del cual desea que otros lo vean a través de su carta. Ocurre que anualmente yo le pido a cada uno de mis estudiantes de segundo año hacer una carta del océano mundial en proyección panoceánica. Los mismos temas son entonces tratados, cada año, por diferentes estudiantes. Revisan todas las cartas para escoger la que ilustre este artículo, y examinando aquella realizada hace algunos años por una estudiante hoy cursando doctorado, no pude dejar de exclamar: “¡Dios mío, como se le parece esta carta!” y Kenneth White contestarme: “¿Puede entonces una carta parecerse a su autor?”
Ciertamente, una carta se asemeja a su autor como un poema o una sinfonía pueden parecerse al suyo, la personalidad del cartógrafo se transfiere. Su personalidad, por consiguiente su sensibilidad, su escala de valores, todo lo que escapa a la estricta racionalidad científica. Cada uno, además, va a poner de relieve, en su carta, lo que le parece más importante, de manera que el trazo esencial sea el que más impresione al “lector” de la carta.
En consecuencia, una carta tiene dos lecturas, la lectura analítica de la razón, y la lectura globalizante, sensible, sintética, por la cual uno se impregna del contenido de la carta antes de haber observado los detalles. Y, como en la poesía, la estructura de ensamblaje de los elementos participa con la musicalidad del mensaje, independientemente de la estructura dada a cada elemento.
La mayoría de los estudiantes se inclina por la lectura racional, analítica, de la carta: ellos ven las cartas minuciosamente, extrayendo las informaciones objetivas, factuales, seguras, sin implicación intelectual. Saber si ellos recomponen una imagen globalizante a partir de esta panorámica, es otro problema!
Le corresponde a los educadores mostrarles que existe una mejor manera de lograrlo, que consiste en un repaso rápido de las grandes líneas de los hechos representados, sólo lo logramos cuando la carta ha sido elaborada para ello, por un autor que, también, tenía como meta la de facilitar esta visión sintética. Si no, la carta permite sólo la lectura racional, como por ejemplo la poesía didáctica que no tiene sino la forma de la poesía, sin ser poesía.
Ahora bien, toda carta es poesía, si entendemos por poesía lo que permite comprender el mundo a través de una percepción más bien sensible y no a través de un razonamiento. En la poesía, la forma por la cual uno se expresa juega un rol en la creación de la expresión, ella es percibida por el lector como uno de los elementos de ese llamado a la sensibilidad. Y esta forma comporta dos aspectos : la estructura de cada elemento, la estructura de ensamblaje de los elementos. La forma de la carta posee asimismo dos aspectos: la elección de los signos, el sistema de proyección. Por ejemplo, la misma realidad, presentada, ya sea en la proyección de Mercator, que exagera las superficies de las regiones situadas en las latitudes altas, sea por medio de un sistema de proyección más respetuoso de las superficies reales (lo que llamamos una proyección equivalente) no podrá ser percibida de la misma manera por el utilizador: en sistema de Mercator, no es imposible dejar de pensar que los países tropicales no son sino una pequeña parte del mundo y que los países templados están llamados a dominarlos. Si pasamos a una proyección equivalente, las cosas reencuentran su justa medida, los países templados no son más una pequeña franja alrededor de vastas superficies tropicales. El sistema de proyección, para una carta, es una forma canónica, un modo de expresión recibido y estrictamente definido, como puede ser el soneto en poesía, por ejemplo: cambiamos la percepción sensible del lector por la elección de un sistema de proyección, como cambiamos la lectura de un poema por la elección de una forma canónica. Otro medio por el cual las cartas del mundo entero deforman la visión que podemos tener, es por un llamado a la sensibilidad que nace la deformación de la percepción, porque la lectura razonable de la carta conlleva, o debería conllevar, la corrección automática por intermedio del lector de este defecto de la carta, porque la carta tiene un límite, un borde, mientras que el globo terrestre no lo tiene. Por ejemplo, cuando uno centra, un planisferio sobre el océano Atlántico o sobre el océano Pacífico, la discontinuidad se ubica sobre la línea de cambio de fecha, y desaparece la continuidad de América del Norte con el Asia oriental, o bien ella se ubica en el Medio Oriente, y ocultamos la continuidad entre el Asia oriental y el Asia occidental.
Naturalmente, cada uno, escogiendo su sistema de proyección, y los límites de su carta, intenta expresar lo que le interesa. Es la razón principal del uso general de proyecciones centradas en el Ecuador, porque los polos son generalmente una frontera natural, un medio repelente y, que los intercambios se hacen escasamente en esas regiones vacías. Pero, entre las cartas que utilizan estas proyecciones, los geógrafos de diversos países ubican sus límites de manera diferente: los europeos centran en el Atlántico y cortan a través del Pacífico, los japoneses o los australianos centran en el Pacífico y cortan a través del Atlántico; concebimos de que manera la penetración inconsciente de estos cortes en la mente de los lectores de diversos países puede modificar la visión del mundo. Por ejemplo, quien, en Europa, tiene consciencia, sin esforzarse a reflexionar sobre este punto y a poner en duda esas ideas preconcebidas, que Alaska y Siberia oriental no son sino dos partes emergidas de un mismo territorio continental, recientemente separado por la subida del mar de un estrecho de tierra poco profundo, el estrecho de Bering? Eso, al contrario, no se le escapa a ningún japonés!
PROYECCIÓN PANOCEÁNICA
Fig. 1 – Marco general de la proyección panoceánica
Si la carta es necesariamente poesía, una carta del mar es más poética que otra, porque el mar es más difícil de racionalizar que las tierras emergidas, más difícil de aprehender únicamente por medio de la razón. Del mismo modo, la oceanografía es obligatoriamente más poética que la geografía de las tierras, porque la intuición es indispensable en un dominio en el que no podemos tener, si permanecemos en la estricta objetividad de las cosas vistas y medidas, sino una visión fragmentada y muy incompleta. El oceanógrafo no puede ser otro que un visionario, que un imaginativo, que un poeta, aún cuando el malestar del momento lo obligue a disfrazarse en científico objetivo, y a cubrir sus intuiciones con el velo púdico del razonamiento.
LA PROYECCIÓN PANOCEÁNICA, UNA POESÍA NECESARIA
Uno de los elementos esenciales de la percepción global que tenemos ahora del mundo oceánico, es que la vieja noción de cinco océanos bien individualizados, la hemos sustituido, desde hace unos treinta años, por la decisión de Andrés Guilcher. La noción de océano único, el océano Mundial, formado por un anillo central de donde parten las impulsiones hidrológicas fundamentales (las grandes corrientes de superficie, y la marea), y a partir del cual divergen tres grandes golfos, el golfo del Pacífico, muy vasto, el golfo Atlántico, prolongado hasta más allá del Polo Norte por el Mediterráneo Ártico.
Esta noción que nos parece ahora tan evidente y por sentada, ha estado durante largo tiempo olvidada por el hecho de que el mundo estaba siempre representado, cartográficamente, bajo la forma de una línea paralela al ecuador, en un sistema de proyección que, a pesar las innumerables variantes, derivaba casi siempre de la proyección de Mercator: el océano Austral, como decíamos entonces, no era sino un reborde al sur de la carta, como lo era también lo que llamábamos en aquel tiempo el océano Ártico. La gran diferencia entre él del sur, verdadero centro del sistema, y él del norte, pequeño apéndice estrecho en Kul de sac, no podía jamás salir de semejantes representaciones.
TECTÓNICAS
Fig. 2 – La tectónica de las placas, vista en proyección panoceánica.
Después de medio siglo, ha habido numerosos oceanógrafos que, con fines de la investigación o con fines de la enseñanza, han propuesto proyecciones susceptibles para sacar a la luz la unidad del océano Mundial: pero la elaboración de un sistema de proyección es usualmente competencia de los matemáticos que tienden más a observar el principio de unicidad de la proyección que el de poner en evidencia aquella del océano. Asimismo, a través de fórmulas matemáticas complejas, pero aplicándolas sobre la totalidad del área representada, y permitiendo entonces respetar en toda la extensión de la carta, sea las distancias, sea los ángulos, sea las superficies, teníamos representaciones que no aseguraban la continuidad del océano alrededor de su anillo central sino interceptada por fisuras importantes que atraviesan los grandes golfos.
Para mantener la continuidad del océano, hacía falta entonces renunciar a los grandes principios de la elaboración de los sistemas de proyección, y decidirse a no tener siempre la estricta proporcionalidad de las superficies, o aquella de las distancias, ni la perfecta conservación de los ángulos. Es así que me encontré utilizando, primero y esencialmente con fines pedagógicos, un modo de representación diferente, un poco mixta, que llamé proyección panoceánica.
La proyección panoceánica es cartográficamente hablando, una herejía, porque ella no tiene la misma racionalidad sobre toda la superficie: ella asocia un tipo de proyección para las dos regiones polares, y otro tipo para regiones comprendidas entre los paralelos 60° N y 60° S, y si estos dos sistemas son conocidos desde hace tiempo, ellos generalmente no se asocian, porque no corresponden a la misma selección, a la misma renunciación: mientras que habitualmente renunciamos a la exactitud de los ángulos para conservar aquella de las superficies, o bien a la exactitud de superficies para conservar aquella de los ángulos, aquí buscamos al mismo tiempo una aproximación de superficies, una aproximación de ángulos, y una aproximación de distancias, permaneciendo lo más posible en un margen inferior a 10% con relación a los verdaderos valores. De esta manera, el análisis preciso puede verse vulnerado por un error considerable, pero la visión global permanece correcta, cualquiera que sea el parámetro al cual nos adhiramos, sean ángulos, superficies, o distancias.
Permanece el problema de los límites: a partir del momento en el que la carta es horizontal, y no se puede sino introducir límites artificiales en la figuración de un espacio curvo. Pero como no queremos utilizar esta proyección sino en zonas cubiertas por el mar, utilizamos naturalmente tierras emergidas como límites. Ocurre que en el estado actual en el que están dispuestos los continentes y los océanos, (esto dura ya hace cuarenta millones de años, quizás no durará tanto más, pero en definitiva, es un golpe de suerte), los continentes separan los océanos a partir de la latitud de 45 o 50°, salvo alrededor de Indonesia. Entonces podemos utilizar los continentes como separadores del espacio, de modo que de todas maneras el océano anular, en el extremo sur, está ininterrumpido.
CORRIENTES
Fig. 3 – Organización general de las grandes corrientes oceánicas de superficie, vista en la proyección panoceánica.
Desgraciadamente, la conexión entre la proyección polar ortogonal y la proyección válida de ambas partes del ecuador, no puede hacerse adecuadamente sino a 60° de latitud, o más cerca de los polos: aproximándose al ecuador, es cada vez más difícil dibujar un paralelo en forma de un círculo completo, y él de 60° es el último con el que puede someterse a esta operación sin demasiadas alteraciones. Porque, el océano anular está mucho más al norte de los 60° Sur, lo que implica que está seccionado en tres partes, al sur de África, al sur de América, al sur de Australia. Nos consolamos observando que las fisuras son menores, que el ojo restablece la continuidad destruida sin demasiados problemas, y que un poco de imaginación hace el resto. En todo caso, hace falta menos, que con una proyección de Mercator, o la continuidad del océano Austral de un golfo a otro no está asegurado sino por su desmesurado estiramiento, y que la discontinuidad mayor de los bordes de la carta destruye toda la visión global del océano.
La proyección panoceánica mantiene entonces un cierto número de caracteres irracionales: la asociación de dos sistemas geométricamente diferentes, la fragmentación del océano Austral gracias a las puntas meridionales de los continentes, la profunda ruptura de un conjunto continuo que estamos obligados a introducir a nivel de Indonesia, y el hecho que no sean respetadas ninguna de las tres opciones seleccionadas por las proyecciones tradicionales: ni los ángulos, ni las distancias, ni las superficies, se conservan perfectamente.
Ella carece de valor si se tratase de una utilización rigurosa que quisiéramos llevar a cabo y sería desalentadora, y cuantificar los hechos geográficos, por ejemplo. Al contrario, ella da, una impresión general exacta, una visión globalizante, por medio de la cual podríamos ser introducidos con antelación en el funcionamiento de un sistema coherente. Aprehendemos entonces la realidad geográfica mediante un proceso que no es totalmente racional, sino más bien una aproximación poética.
Esta visión poética del mundo, siempre útil en geografía, se convierte francamente necesaria en el campo de la geografía del mar. Ella es demasiado fluctuante, demasiado incierta, poco conocida, para que sea posible estudiarla a través de un método clásico, partiendo de un corpus completo y coherente de observaciones, no avanzando sino por un encadenamiento riguroso de demostraciones, y esperando alcanzar una descripción incontestable del mundo y de los mecanismos que lo rigen. No podemos sino eludir la imposibilidad de una ciencia perfectamente objetiva, en este dominio más que en los otros, recurriendo a una aproximación diferente, no siendo descabellado considerarla como poesía.
Jean-Pierre PINOT
(traducción : Maguy Blancofombona)