En el Zohar, se habla de un viejo sabio, sólo en su cuarto, inmerso en el estudio de “la Ley” (para cambiar de contexto cultural, podríamos decir “del Logos” o “del Tao”), que hace mover al universo y mantiene al mundo.
¿Extravagante, no es cierto? Pero los libros como el Zohar no se leen como el periódico cotidiano o la última novela.
Sin sentirme en absoluto un “viejo sabio” (no es precisamente mi estilo: permanezco sobre el terreno, a veces escabroso y abrupto, y dentro de lo que llamo “el campo del gran trabajo”), en estos tiempos de “confinamiento” impuestos por una interrupción virológica, es esta imagen la que me viene a la mente.