Textos fundadores de la geopoética

1. COSMOLOGÍA CAÓTICISTA

“En cada una de las épocas del mundo distinguidas por una gran actividad, escribe A. N. Whitehead en Aventuras de ideas, podemos encontrar en su punto culminante un pensamiento profundamente cosmológico, aceptado implícitamente y en el que resaltan particularmente las motivaciones humanas del momento.”

 

Si admitimos que actualmente existen al menos algunos campos de “fuerte actividad”, podemos preguntarnos cual es el pensamiento cosmológico que está hoy en boga y que predetermina el espacio mental.

Leer más: Elementos de geopoética

¿Una teoría? Sí. No tengamos miedo de esta palabra, que ha sido apartada estos últimos tiempos para dejar sitio a un enjambre de chismes y chapuzas. Sin teoría, se dan vueltas sin dardear, se amontonan comentarios y opiniones, uno se encierra en el imaginario y la fantasía, uno se pierde en lo espectacular, se sumerge en el detalle, se ahoga en el cotidiano cada vez más opaco. Pero cualquier teoría aceptable tiene que estar basada sobre un pensamiento fundamental, estar vinculada con una práctica tangible y quedarse (seguir) abierta.

Leer más: El gran campo de la geopoética

En el campo científico, las Consideraciones cosmológicas de Einstein (1917) marcan una etapa importante: he ahí un tentativo hecho para pensar el cosmos, en vez de simplemente (metódicamente) pesar la materia y medir las cosas. Pero en vez de comentar el tratado, prefiero, en el contexto que es el nuestro, sumergirme en el fondo psicológico del hombre Einstein, relevando en su correspondencia (sobre todo y en particular con Max Born) algunas frases que indican una problemática intima, un cuestionamiento existencial y un espacio de pensamiento (y de ser) más allá de la « investigación ».

Leer más: Un enfoque científico del campo de acción geopoético

Para una mente lúcida y que tenga el sentido del posible, raras son las épocas de la historia humana que han sido realmente satisfactorias, aún menos alentadoras. El sentimiento general, la sensación general que se puede tener de la nuestra, en esta fin del siglo XX, es la del nada — un nada lleno de ruido y de furor, de discursos moralizantes, de estadísticas sociológicas, de montones de la pseudo cultura, de sentimentalidad empalagosa,  todo sobre un fondo de aburrimiento existencial.


Tal vez se trate de un vacuo entre dos civilizaciones, tal vez solamente de un espacio utilizado entre un vacio y otro todavía más vacio. Acabamos de salir de los -ismos, particularmente del marxismo y freudismo, y de ciertos cuadros estrechos establecidos por las ciencias humanas. Pero es para caer en el caravanserail de todas las facilidades.

Leer más: Sobre la autopista de la historia