En el campo científico, las Consideraciones cosmológicas de Einstein (1917) marcan una etapa importante: he ahí un tentativo hecho para pensar el cosmos, en vez de simplemente (metódicamente) pesar la materia y medir las cosas. Pero en vez de comentar el tratado, prefiero, en el contexto que es el nuestro, sumergirme en el fondo psicológico del hombre Einstein, relevando en su correspondencia (sobre todo y en particular con Max Born) algunas frases que indican una problemática intima, un cuestionamiento existencial y un espacio de pensamiento (y de ser) más allá de la « investigación ».

Einstein habla, por ejemplo, de esa manera de pensar « salvajemente especulativa » y de la necesidad – si la ciencia y el pensamiento deben avanzar, alcanzar más totalidad completa – salir de la « lógica mecánica y especializada », y realizar un « salto intelectual inmenso. Nos interesa también, en el contexto geopoético, como Einstein concibe su propia persona, su sí mismo: «Me siento tan solidario de todo lo que vive que me es indiferente saber donde el individuo empieza y acaba». Y después hay un pasaje de una carta del 1927 donde se queja de la distancia que puede haber entre los esquemas lógicos y los « deliciosos pedazos de vida». Si uno apunta la claridad y nitidez absolutas, el lenguaje de las matemáticas es el que se impone, pero las matemáticas se vuelven rápidamente insubstanciales, se pierde el « relato vivo ». Para Einstein, claridad y relato vivo son al fin y al cabo incompatibles, y « es una tragedia que vivimos continuamente en física».


A partir de ahí, la cuestión planteada es: ¿sería posible reconciliar, armonizar precisión (matemática) y “delicioso pedazo de vida”, claridad y «relato vivo»? ¿Otro «campo» podría revelarse, esbozarse? Tal vez se vean los comienzos en la termodinámica y física cuántica. Para la ciencia clásica, y sin ninguna duda Einstein es el último y grande de sus representantes (es un clásico excéntrico), el azar y el desorden, el aleatorio y el caótico son  figuras de transito, realidades efímeras: detrás del azar, hay una necesidad determinante – «Dios no juega a dados», dice la frase celebérrima. Ahora bien, a partir de la termodinámica (la agitación de las moléculas de un gas...) y de la física cuántica (el vórtice de las partículas elementares...), el azar, el desorden, lo indeterminado ya no son ilusiones debidas a nuestra ignorancia, pero que forman parte del gran juego del universo- multiverso. Se sale de las ciencias duras, del cientificismo rígido, para entrar en las ciencias blandas, incluso vagas, donde se acentúa la fluctuación, la irregularidad, la complejidad.


Hasta aquí, los tentativos para mantener, a partir de los estudios de laboratorio, un discurso que sea eventualmente integrable en una cultura no superan casi la tautología verbosa o la retorica manierista. Uno se siente en la víspera de un nuevo logos, y solo encuentra logorrea. Pero es significativo que en los libros del pensamiento científico escritos estos últimos años, al pasar la página, en las últimas líneas del último capítulo, a veces también en el titulo, la palabra poética surge. En el libro de Ilya Prigogine y de Isabelle Stengers, La
Nueva Alianza (1976), se tropieza, sin que sea aclarado de lo que se trata, con una noción extraña: el escuchar poético de la naturaleza. Cuando, en La Novela cosmogónica (1989), François Foulatier expone el desmigajo del saber actual y el movimiento potencial hacia una unidad futura, habla en términos de función poética. Y cuando, en 1987, Fernand Hallyn publica La Estructura poética del mundo, no es para hablar de Mallarmé, sino más bien de Copernic y de Kepler. Por supuesto, y cabe destacarlo, esto no significa que la puerta esté abierta  a los entusiasmos ingenuos de todos los poetazos del siglo, ni tampoco al lirismo astrofísico (Big Bang blues…) o a otros esfuerzos científicos-literarios que difícilmente se poetizan. Se trata efectivamente de una poética inédita, en la cual se puede igualmente recopilar los signos precursores en los biólogos Varela et Maturana con su noción de auto-poética, donde es cuestión de un sistema auto-organizador complejo que al nutrirse del orden y desorden, produce el sí mismo. Esta es la imagen de una vida poética…

Aludamos también, antes de abandonar el tema, la cartografía estética que se perfila tras los estudios antropológicos, psicológicos y cibernéticos de Gregory Bateson.

(Fragmento de Plateau de l’Albatros, 1994)

Kenneth WHITE

(Traducción: Manuela Gorris Neveux)