Textos fundadores de la geopoética

Es Roger Caillois quien, un día, comparó el exceso de reflexividad de la filosofía tal como es practicada la mayor parte del tiempo en las defensas del mamut enrolladas sobre sí mismas: síntoma del final de un recorrido, de la falta de un verdadero campo de fuerzas. Es a menudo la impresión que uno puede tener al leer gran cantidad de textos filosóficos, y es sin ninguna duda por eso que, estos últimos tiempos, tantos aprendices filósofos se han dirigido hacia la etnonología, la sociología, incluso la presentación mediática. Pero dentro del propio trabajo filosófico, ha habido, desde la fin del siglo XIX y durante el XX, traslados, cambios de lugar, transformaciones topológicas que son muchísimo más fundamentales e interesantes.
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1.

Vivo en una vieja casa de piedra — granito y chisto — en la costa norte de la península armoricana. Esta casa  consiste en tres edificios. Es en el que fue antaño, abajo, el establo, arriba, la granja, que está instalado el taller de geopoética. Es allá donde continúo mis meditaciones, es allí donde elaboro mis métodos.

He sentido la necesidad de acampar en un lugar, y de hablar del habitar ese lugar, antes de hablar de una obra.

En un ensayo titulado «La ecología de los actos», Abraham Moles habla de la necesidad de una nueva antropología del espacio.

Al proponer algunos elementos, distingue:


a) una zona de seguridad,

b) una zona de distracción,

c) una zona de meditación,

Y se pregunta cuál es la proporción óptima entre las tres.

No pienso que las proposiciones de Moles vayan muy lejos, pero el concepto de una antropología del espacio es de retener.

Para resumir, habría el remanso (que también puede convertirse en la cárcel) de las costumbres y hábitos; el mundo flotante (donde uno se pierde); la casa de las mareas, una casa en el flujo.

Heinz von Foerster, en «Notas para una epistemología de objetos vivos», habla de «contexto lleno». El ambiente, según él, es percibido como la residencia de objetos estacionarios, móviles o cambiantes, y la pregunta puesta es: una primera experiencia, fuera del sistema de la representación convencional, de los hábitos, de las fijaciones psíquicas, ¿es posible?

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1. Geopoética y geopolitica

El término de geopolítico, de origen alemán, es un neologismo de los años treinta. Ese año fue cuando Jacques Ancel, profesor de geografía política en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de la universidad de Paris, lo introdujo en Francia. Lo utilizo para el título de un « ensayo doctrinal de geografía política », que consta de tres grandes partes: Les Méthodes (« ¿Geografía alemana o geografía francesa? »), Les Cadres (« La frontera en el tiempo, la frontera en el espacio »), La Nation (« ¿Principio territorial, principio psicológico? »). Como buen estilista francés, se disculpa de « ese pedantismo », pero no quería dejar que « el engaño de la ciencia alemana » se acaparase de un término tan potencialmente venidero. Más allá del Rin, es sobre el concepto de Geopolitik, una invención de « profesores alemanes », que el nacional-socialismo hitleriano estaba basándose, de manera groseramente simplista y propagandista: la Zeitschrift für Geopolitik fue lanzada por Haushofer hacia 1926. Había que dar a este término, que iba a convertirse intelectualmente, preponderante y potencialmente nefasto, más precisión, y otras perspectivas. Y hacía falta, para Francia, aventurarse en ese terreno movedizo. Y es que hasta entonces, Francia se quedaba más bien ensimismada sobre su identidad. Su ciencia geográfica, tan sutil y analítica como lo era, era interna y estática. Hacía falta en el futuro abrirse a un espacio externo, dinámico, pero sin perder nada de esas cualidades representadas  eminentemente para Ancel por la geografía humana de Vidal de La Blache tal como fue expuesta en sus Principios de geografía humana en 1922.

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